Hace unas semanas posteé sobre el despido-no renovación de una profesora de Huesca. Unos días después, en una Carta al Director en el Altoaragón, se le daba las gracias al obispo por eso de esta manera:
"El señor Obispo tiene toda la autoridad para hacerlo (el cese de la profesora). Según los acuerdos entre el Estado Español y la Santa Sede, el Obispo de la diócesis es el que tiene la autoridad de poner o quitar a los profesores de religión. Es de justicia respetarlo; para dar este paso estoy segura de que lo ha pensado y estudiado, pero sobre todo, lo ha llevado a su oración y lo ha visto conveniente.
Yo, que me siento también oscense, le doy gracias a Dios de tener tan buen pastor que busca buenos pastos para el rebaño que tiene conferido, sin importarle nada las habladurías absurdas, y a veces mordaces, hacia su persona"
Para qué votar a tus políticos si ya hay obispos que cuidan de nosotros (gracias de mi persona también, señor obispo). Por una parte prefiero que sigan así, en la línea más ultra y usando a Dios para justificar sus posturas (¿alguien, aparte de Bush, ha hablado con él?, ¿me puede dar su número?), más gente perderán. Por una cosa así dejé de dar religión. Teníamos un profesor bastante majete, de estos cristianos de base, solidaridad y contacto con la gente necesitada, que nos ponía Trainspotting (qué peliculón por cierto) y luego se hablaba de las drogas y los drogadictos no como apestados si no como enfermos a los que había que ayudar; lo mismo con el SIDA en África y temas parecidos. Tras dos años con él, en primero de bachillerato nos tocó con lo más contrario a él, si no era monja poco le faltaba. Nada de hablar de temas sociales (salvo para condenar el aborto) y sólo Dios hizo esto y lo otro y lo de aquí y lo de más allá, ahora empollaoslo. Resultado: un año entero los miércoles a tercera hora en el Lorenzo (el bar de al lado del instituto) y al curso siguiente fuera de religión.
Qué paradoja, lo más contrario al cristianismo (ayuda, solidaridad, comprensión) es el catolicismo (dogmas, imposiciones); qué malo es tocar poder y no querer dejarlo.
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